El éxodo de jugadores de Jaguares a Europa a causa de las incógnitas que rodean al futuro competitivo de la franquicia se encuadra dentro de otro fenómeno más amplio y arraigado: el de los argentinos que deciden marcharse a jugar al rugby en el exterior. Actualmente, los hay de a cientos repartidos por todo el globo, desde ligas reconocidas como el Top 14 de Francia o la Premiership de Inglaterra, hasta otras de menor exposición, pero cuyo nivel de rugby resulta desafiante y económicamente atractivo. Previsiblemente, son muchos los tucumanos que participan de este suceso. Actualmente, son alrededor de 30 distribuidos en países del Viejo Continente, a los que se suman unos pocos más en clubes de Sudamérica. Sin embargo, dado que el mercado de pases del rugby es más flexible que el del fútbol, el número va cambiando en forma casi constante. De hecho, varios de los que estaban a principios de año ya no estarán cuando se reanude la actividad y comience la nueva temporada, y varios otros cruzarán el Atlántico en estos cuatro meses que le quedan a 2020.
Los motivos para emigrar son muy variados, aunque los más comunes son el sueño de ser jugador profesional (algo que en Argentina sólo es posible firmando contrato con la UAR), el impulso de probar otros estilos de rugby, desempeñarse en competencias de mayor nivel, la curiosidad por experimentar la vida y la cultura en otro país, o simplemente salir de este para ir en busca de un horizonte más próspero.
Esto último es el caso de Matías Sonzogni Argiró, por ejemplo. El ex primera línea de Tucumán Rugby juega desde hace ya varias temporadas en Europa, camino que eligió tras comprobar que en su tierra las cosas no funcionaban. “Argentina es un país difícil. A veces, por más que estudiés o trabajés mucho, no llegás a ver resultados. Así que cuando me llegó la oportunidad de ir a Italia, recomendado por un amigo (el ex Lince, Emiliano Coria Marchetti), me fui. Fue no sólo un sueño cumplido; también fue un salvavidas”, define el “Oso”, que hoy se desempeña en Currie Chieftains, equipo de la Premiership de Escocia, país donde no hace mucho era el único jugador argentino. “En los primeros años, por cláusula sólo podía jugar al rugby, pero ahora estoy haciendo las cosas de manera más semiprofesional, para trabajar y tratar de sumar económicamente”, cuenta.
En Francia, Alejandro Nazur lleva ya 10 años, de los cuales siete fueron como profesional. Durante su experiencia en Carcassonne, equipo del Pro D2, llegó a enfrentar al recordado Sebastien Chabal. “Siempre me gustó el rugby francés, y era fanático del Stade Francais, por su estilo de juego, su camiseta y porque varios jugadores argentinos pasaron por ese club. Mi jugador de referencia era Sergio Parisse”, explica el tercera línea formado en Los Tarcos, que llegó a ser campeón con los Naranjitas en 2009. Si bien en los últimos dos años debió parar para atender el gimnasio que montó en Sevrier, comuna del este francés, quiere gastar sus últimos cartuchos en la cancha. “Hace un tiempo empecé a entrenarme en Montmélian, del Federale 2”, comenta.
Nuevos horizontes
Los casos de Nicolás Sánchez (Stade Francais) y Ramiro Moyano (Toulon) son los de mayor renombre entre los tucumanos que actualmente juegan en el exterior, pero lo cierto es que cada vez son más los que deciden probar afuera. Algunos vuelven después de un tiempo, pero otros deciden radicarse fuera del país. Como es el caso de Nicolás Mirande, otro ex “verdinegro” y “naranja” que ya ha echado raíces en Francia, donde además de jugar (en Villefrance-sur-Saone, del Federale 1) lleva adelante un exitoso emprendimiento gastronómico. “Como nos está yendo muy bien, tuve que cambiar de club, porque en el que estaba antes, Bourgoin, tenía que entrenarme como profesional y no me daba el tiempo. En este otro club tengo mayor flexibilidad y puedo ocuparme de mi trabajo”, cuenta Mirande.
El de los argentinos que se van al exterior es una tendencia que crece año a año, al punto de que Sudamérica Rugby -con impulso de la UAR, preocupada por la migración de jugadores- resolvió crear la primera liga profesional del Cono Sur (Superliga Americana, estrenada este año pero suspendida por la pandemia), como una opción para que los jugadores de la región puedan dedicarse al rugby full time sin tener que irse a lejanas ligas semiprofesionales o amateur. Si Mahoma no va a la montaña...
De todos modos, en los últimos años, Brasil ha recibido una gran afluencia de jugadores de la provincia, aunque al día de hoy, sólo queda Facundo Flores, ex Universitario y Cardenales, en el club Farrapos. “Siempre tuve esa ilusión de ser jugador profesional y, un poco, salir de Argentina, donde la situación siempre es difícil”, argumenta Facundo, que empezó en Brasil en 2013 jugando en Goiania, y tras un paso por Cardenales, volvió para jugar en Curitiba. Desde 2016, pasó a Farrapos, donde logró ser goleador del torneo en un par de ocasiones y jugar varias finales. “Mi último año como profesional fue 2017. Después de eso ya empecé a trabajar, y hoy puedo disfrutar más de mi mujer y de mi hijo Stéfano, de dos años. Pero quiero ver si puedo jugar algunos años más, así que estoy a la espera de una posibilidad en España o Portugal, donde está mi hermano Marcos”, anhela Facundo, uno de los tantos tucumanos repartidos hoy por el mundo.